Hace unas semanas vi el nuevo programa de la periodista Ana Pastor “El Objetivo” y me sorprendió tanto la soltura con la que manejaban y comunicaban datos a nivel visual, como la capacidad para que esa comunicación fuera fluida y no se convirtiera en un tostón, algo totalmente imperdonable en televisión, ya que el mando a distancia no perdona ningún minuto de aburrimiento. Lejos de parecerme aburrido, el programa se vuelve interesante cuando la visualización de datos se convierte en un espectáculo gracias a un diseño cuidado de los contenidos y a una exposición muy acertada de su directora.
El volumen de datos que manejan es descomunal. De no haber escogido las herramientas adecuadas es seguro que los espectadores hubieran cambiado de canal en el tercer minuto del programa. Pero no lo hicieron, a juzgar por los niveles de audiencia alcanzados. ¿Y a qué se debe esa fidelidad, a priori, extraña, tratándose de un programa de periodismo con tanto dato, tanta fecha y tanta estadística? Simple y llanamente, por el gran atractivo visual con que exponen la información.
El verdadero “objetivo” de Ana Pastor en su programa es que nos creamos todos los datos que nos transmite. Los datos siempre son objetivos, nunca mienten, pero para darle un punto más de credibilidad el modo de transmitirlos es esencial para que lleguen de manera clara y directa al espectador. En este aspecto se pueden utilizar muchos métodos como hacen en el programa pero, a mi modo de ver, la infografía es una de las más acertadas porque quizá es la más completa para transmitir un volumen de datos considerable de una forma rápida y concisa. La infografía propicia un entendimiento y credibilidad mucho mayor que una exposición normal, debido a la carga visual y al componente de sorpresa y belleza que no espera el espectador.
Me atrevería a asegurar que la absorción de datos por parte del espectador es directamente proporcional al nivel de atracción visual que podamos conseguir para captar su atención. Ya no sirve con poner en pantalla los porcentajes y cifras que queremos suministrar. Hay que hacerlo con gráficos creativos, animaciones divertidas, colores llamativos y dibujos sorprendentes, sin olvidarnos de tratar la información que queremos transmitir de forma rigurosa y clara. La infografía contiene todas estas virtudes y lo que consigue es que el espectador tenga curiosidad por cómo se van a presentar los datos, más que por la propia información. De hecho, cuando le acostumbremos a que seamos cuidadosos y creativos a la hora de dárselos, seguro que los mirará con más reflexión, aunque sólo sea por agradecernos la dedicación y esfuerzo en exponerlos.
El espectador de televisión actual está acostumbrado a un bombardeo de imágenes impactantes y en cuanto ve algo anodino, sin capacidad de sorprender o carente de emoción, enseguida, busca otra cosa en la parrilla televisiva. La infografía cumple por tanto un doble objetivo muy importante: por un lado su carácter informativo, de emisión de datos y por otro lado un transmisor de sensaciones, de belleza y emoción que el espectador demanda inconscientemente. A todos nos atrae la belleza. En igualdad de condiciones, siempre elegiremos algo bello antes que algo que no lo es. Si la infografía se ha elaborado como si fuera una obra de arte, con una paleta de colores adecuada, un diseño creativo y atractivo y una idea inicial acertada, es casi seguro que el espectador captará con rapidez lo esencial de la información y se quedará grabada en su cerebro.
Por tanto felicito a Ana Pastor y su equipo por el buen trabajo de comunicación visual aunque siempre se puede innovar buscando nuevas formas de transmisión; incluso, yo sugeriría el uso de infografías en su programa para transmitir información y sensaciones que podrían acercarse a la obra de arte.